quarta-feira, 12 de janeiro de 2011

La tortuga y el leopardo

Mientras el abuelo Ussumane fumaba su pipa, los chicos hablaban sobre el cazador que había pasado por la aldea esa maãna.

Lo que más les había impresionado era la cantidad de amuletos que el cazador llevaba alrededor de su cuerpo y su escopeta.

- Cuando crezca voy a ser cazador - dijo Malafi.

- Para eso- interrumpió su abuelo - hace falta aprender mucho. El cazador tiene que conocer, entre otras cosas: los hábitos de los animales y las horas en que salen a comer y beber; además, debe saber construir trampas.

-Cont-anos un cuento sobre trampas para animales - pidieron los chicos a coro. Y Ussumane no tardó en darles el gusto:

- Creo que el da la tortuga les vas a gustar. Presten atención:

La tortuga, distraída como siempre, volvía a sua cas retozando y deteniéndose a oler las flores silvestres. Pero ya era un poco tarde y, si no apuraba el paso, la noche iba a cubri con su oscuro manto todo el bosque antes de que llegara a su camita.

De repente sintió que el suelo se le iba para abajo inesplicablemente. Había caído en una trampa, un hoyo profundo cubierto con hojas de palmera que los cazadores de la aldea habían cavado en medio del sendero...

Gracias a sus gruesa caparazón la tortuga no se lastimó; pero, vómo haría para escapar de alli? Tenía que encontrar una solución antes del amanecer, porque si no, ay! iria a parar a la olla de los campesinos! Se la iban a comer en sopa!

Pensando en eso estaba cuando... zas! Un leopardo esbelto y ágil cayó en la misma trampa frente a ella, fina e lánguida.

La tortuga dio un salto y, fingiendo haber sido molestada en su refugio, con voz chillona de señorita inglesa, le reprochó:

-Qué hacés aqui? Qué maneras son esas de entrar a la casa de una dama? y sin invitación!
El leopardo la miraba atónito.

- No sabés que me molesta recibir visitas de noche? Salí de aqui, manchado, irrespetuoso, mal educado!

Esto último fue más de lo que un leopardo puede tolerar y, bufando por tanto atrevimiento, agarró a la tortuga y la arrojó fura de la trampa con todas sus fuerzas exclamando:
-Volá de aqui, vieja arrugada!

Que era exactamente lo que ella queria. Camino de su casa, chocha de la vida, la tortuga iba riéndose sola por haberse defendido tan bien del hombre y del leopardo.


Rogério Andrade Barbosa
Ilustraciones Ciça Fittipaldi
Bichos de África- leyenda y fábulas

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